Entendemos por héroe a toda aquella persona que realiza una acción virtuosa, una hazaña. Sin embargo, la palabra parece haberse desvirtuado con el paso de los años y actualmente, si pedimos a cualquiera que cite el nombre de un héroe seguramente responda diciendo el nombre de algún superhéroe de ficción.
Superman, Batman, Spiderman… son solo algunos de una larga lista. Pero… ¿Es necesario volar, tener poderes mágicos o salvar el mundo para ser un héroe? No. Tendemos a buscar lo más; lo más fuerte, lo más poderoso, lo más bueno, lo más potente. Pero a veces, no es necesario ser “lo más” para hacer algo bien, algo bueno, algo por lo que merecer ser un héroe.
Y me viene a la mente el personaje de Amélie, de la película “Le fabuleux destin d’Amélie Poulain” de Jean Pierre Jeunet. La joven parisina que busca la felicidad de los que la rodean, con pequeños detalles, quizás insignificantes para alguien ajeno a ellos. Para muchos, Amélie, a pesar de no saber volar y de no salvar el mundo, es también un héroe.
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