
Lejos de los núcleos turísticos más concurridos, Marruecos esconde grandes e impresionantes rincones. Una de las imágenes más impresionantes son los
oasis naturales que se pueden encontrar en las zonas desérticas cercanas al Sahara. Y es que encontrarse con un denso palmeral tras varios kilómetros de arena y sólo arena, sorprende. Pero sorprende más aún encontrarse a una persona que vive en él.

Nada más vernos, este hombre nos recibió con
abrazos y besos y nos acogió en su casa rodeada de palmeras en medio de ninguna parte. Su mayor ilusión era enseñarnos su humilde morada, repleta de increíbles
tesoros. Y sí, digo bien tesoros.
De hecho, este señor se había dedicado a recopilar objetos varios durante las últimas décadas. Un colmillo de tiburón que apareció en medio del desierto –imagínense el tiempo que habría pasado allí-, un saco de
La Poste francesa –correos- que cayó al desierto repleto de cartas durante la
Segunda Guerra Mundial, una bicicleta francesa de la época colonial o un baúl tradicional marroquí pintado a mano hace más de 100 años. Todo ello colocado con esmero cuál museo por las paredes y estanterías de su casa.

A pesar de negarnos, por respeto, a beber o fumar puesto que era época de
ramadán, tras las insistencias de este buen hombre –de cuyo nombre
no puedo acordarme- aceptamos y mantuvimos, acompañados de un buen té a la menta -él no probó ni una gota, claro-, una larga e interesante conversación. Quizás de las más hipnotizantes de mi vida.
...Continuará...
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