Seguro que todos nos hemos planteado alguna vez qué hubiese sucedido si algún personaje de nuestros días se hubiese encontrado con alguno de otra época muy diferente. ¿Se imaginan a Obama charlando con Juana la Loca? o a ¿Angelina Jolie discutiendo sobre un personaje con Shakespeare? ¿Extraño, verdad? Esta sensación es todavía más bizarra cuando estos personajes pertenecen no sólo a épocas diferentes, sino que a mundos diferentes; la ficción y el mundo real.

Yo me he querido imaginar un hipotético encuentro entre un personaje del mundo real y palpable; Alfred Hitchcock y otro personaje que sólo ha vivido sobre el papel y los fotogramas; Scarlett O’hara.
Imaginen, la caprichosa Scarlett cita a Alfred en un restaurante de Los Ángeles. Pronto le hace saber lo que quiere; un papel en su próxima película; le asegura que tiene todo el dinero necesario para llevar a cabo el proyecto. Evidentemente, la vanidosa O’Hara no consigue sorprender a Alfred, que no necesita la ayuda económica de nadie. Hitchcock le da un no por respuesta, diciéndole que el papel es de Audrey Hepburn, algo que no sienta nada bien a Scarlett. Ella siempre consigue lo que quiere. Siempre.

Yo me he querido imaginar un hipotético encuentro entre un personaje del mundo real y palpable; Alfred Hitchcock y otro personaje que sólo ha vivido sobre el papel y los fotogramas; Scarlett O’hara.
Imaginen, la caprichosa Scarlett cita a Alfred en un restaurante de Los Ángeles. Pronto le hace saber lo que quiere; un papel en su próxima película; le asegura que tiene todo el dinero necesario para llevar a cabo el proyecto. Evidentemente, la vanidosa O’Hara no consigue sorprender a Alfred, que no necesita la ayuda económica de nadie. Hitchcock le da un no por respuesta, diciéndole que el papel es de Audrey Hepburn, algo que no sienta nada bien a Scarlett. Ella siempre consigue lo que quiere. Siempre.

Porque Scarlata siempre consigue lo que quiere.
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